¿Cómo cuento algo que no sé cómo… o que aún no logro explicarme a mí misma? Pero bueno, lo voy a intentar de algún modo.

En agosto del 2010 mi vida tuvo un cambio radical. Mi esposo se incorporaba a trabajar nuevamente después de un año de no tener empleo. Mi pequeño hijo de tres años, en aquel entonces entraba a la escuela, y yo había sido aceptada para comenzar una maestría en la facultad de veterinaria.

Creo que hasta aquí cualquiera pensaría: “¡qué padre! Ya se le estabilizó la vida a esta mujer de 26 años”; pero no, desgraciadamente en la semana en que se dieron esos cambios empecé a sentirme muy mal. No sabía qué tenía. Simplemente no sentía una motivación para seguir adelante.

Todas las mañanas despertaba cansada, con mucho esfuerzo lograba dormir una o dos horas por la noche. Me la pasaba pensando en como terminar con mi vida, que mi hijo iba a estar bien sin mí y que para el sábado de esa semana estaría muerta.

Si yo no existía ya no debía preocuparme por nada. Sentía cansancio, tenía insomnio, sin hambre, con fatiga, dolor de todo tipo en mi cuerpo, pero principalmente del alma, y me preguntaba: ¿Qué pasaría conmigo?

Mi esposo me decía: lo que tú tienes es estrés, por el cambio de rutina, pero yo sabía que había algo más. Esa misma semana hablé con él y le dije todo lo que sentía y pensaba, y me dijo que necesitábamos ayuda profesional.

No sé por qué, pero mi primera reacción fue ir a buscar en Internet. Encontré una página Web con el nombre de la doctora Laura. Leyéndola su sitio web me di cuenta que tenía una larga lista de síntomas depresivos que coincidían con la descripción que ella hace de la depresión. No dudé ni un minuto en marcar. Eso fue el viernes, y el sábado tenía una cita para presentarme con la doctora y fui a mi sesión con gran ilusión.

Le platiqué todo lo que sentía a la doctora, llorando como una niña a la que le quitan su juguete y no se lo devuelven nunca y que tenía mucho miedo de que llegaran las seis de la tarde, porque ya estaba muy agobiada y sabía que no iba a poder dormir. Fue una sensación horrible, que no se lo deseo a nadie

Desde la primera cita supe que estaba en el lugar y persona indicada Esa misma tarde la doctora me mandó unas pastillas para controlar la angustia y quitarme esos pensamientos de muerte que tenía. Ella le explicó a mi esposo lo que me pasaba, para que se tranquilizara.

Me tomé el medicamento y dormí como no lo había hecho en mucho tiempo, de tan cansada que estaba después de meses de sufrimiento inútil por no poder dormir.

Cada semana y por un periodo de seis meses asistí a mi terapia, pero por causas económicas me fue imposible seguir con ese ritmo y fui espaciando mis sesiones.

Poco a poco la doctora me fue bajando la dosis de los ansiolíticos, me sentía cada día mejor. Pero al sentirme bien, un día me dije: Ya no voy a ir a mis sesiones y tampoco voy a tomar el medicamento porque no lo necesito.

Me decía ya logré superar mi angustia, pero no fue así. Dejé de ir durante seis meses y suspendí todos los medicamentos de un solo golpe: antidepresivos y ansiolíticos. Fue un grave error, porque al poco tiempo comencé a sentirme muy mal, como al principio y nuevamente sentí una gran angustia.

Regresé con la doctora con la cola entre las patas. Ella ya me había dicho que los medicamentos no se podían dejar de un golpe, sino paulatinamente. Al inicio comenzamos con ansiolíticos otra vez y antidepresivos y hasta ahora los sigo tomando.

Desgraciadamente no tengo trabajo y mi gran problema es la ociosidad, que como sabemos es la madre de todos los vicios. Sólo tengo la rutina de una madre y una esposa con tareas que cumplir.

Yo estaba acostumbrada a estar pensando todo el día en idear cosas, en impulsar a los demás, en motivar, en siempre estar, para escuchar problemas, en ser la valiente de siempre y con la que podían contar, pero esa persona desapareció de repente y aún es el día en el que no la he logrado ser yo misma.

Todavía me dan como crisis de ansiedad y poco a poco trato de luchar contra esto que no me gusta sentir, ni por mí, ni por mi hijo, ni por mi esposo y por mi familia.

Cuando me dan esas crisis mi mamá y mis hermanos me ven mal, se agobian, me regañan y me dicen que ya llevo meses así y no logro salir, pero día a día trato de que sea diferente y desde que me levanto pienso que voy a tener un buen día.

Hasta ahora, desde hace tres semanas que me dio mi última crisis, me he sentido bien y ha funcionado el método de ir a mis sesiones y tomar mis medicamentos. Espero seguir sintiéndome bien.

Ojalá mi testimonio le ayude a muchas otras personas a buscar ayuda psiquiátrica y a tomar medicamentos, para controlar la depresión. Una enfermedad como esta tiene cura y el resultado es que vuelves a ver la vida con alegría y entusiasmo.