Leonardo 30 años.

Hace algún tiempo, empecé a sentir un malestar difícil de expresar cuando no se está relacionado con conceptos médicos y psicológicos.

    No tenía la menor idea de qué era lo que me estaba pasando; sólo sabía que un dolor “en el alma” me invadía cada día que pasaba, que mis capacidades mentales, emocionales y físicas se estaban deteriorando a tal grado que necesitaba que me repitieran tres veces un número telefónico de ocho dígitos, que mis energías iban decreciendo y la idea de “no valgo nada” se extendía por todos los ámbitos de mi cotidianidad.

    Empecé a tener problemas para dormir, para comer, me sentía culpable por todo; no tenía energías, me daban ganas de acostarme donde fuera; de salir de la realidad que no entendía por medio del sueño. Mi rendimiento escolar era casi nulo como las ganas de estar despierto. ¡Cómo odiaba despertar! ¡Cómo odiaba moverme! ¡Cómo odiaba estar vivo! ¿Se pueden imaginar vivir así? ¡Yo no!; por eso la “muerte” estaba siempre junto a mí, esperando a que decidiera irme con ella. La idea de matarme ya era parte de mi vida; empecé a planear cómo hacerlo, sin que nadie se diera cuenta. Era el dolor, la muerte y yo.

    Tuve la desfortuna de estar por primera vez en un tratamiento psicoterapéutico; y digo desfortuna; porque con esta mujer (terapeuta), me tocó trabajar en terapia, lo que no se debe hacer en un tratamiento de esta área. La terapeuta terminó suicidándose; salí involucrado y bastante dañado.

    Después conocí a un médico Psiquiatra, que su primer comentario hacia mí fue “mi hijo, está muy joven para tener este problema” La culpa y la vergüenza me llevaron a abandonar el tratamiento con él.

Años después conocí a un psicólogo (terapeuta sexual); donde terminé siendo ¡no sabiendo! abusado sexualmente. Me ponía a hacer ejercicios en terapia muy incómodos para mí. Terminé denunciándolo.

Los años seguían pasando; mis enfermedades iban agudizando, la idea de la muerte ya era una alternativa para descansar. Les juro que solo quería descansar (morirme). Hasta que llegó ese día; ese momento que tanto estaba pidiendo a gritos. ¿Saben dónde terminé? En urgencias, haciéndome un lavado de estómago ¡Qué ridículo! para después estar encerrado en un Instituto Mental.

    La condición que me puso la Institución para dejarme salir; era que me comprometiera a llevar un tratamiento psicoterapéutico y psiquiátrico. Tenía tres días para conseguir a un terapeuta; pero con la mala experiencia con todos los terapeutas que había consultado, ni ganas tenía de buscar nuevamente ayuda.

    Un buen amigo me ayudó a buscar por Internet a alguien serio y profesional; esta vez no podía fallarme; ya no había tiempo ni energías para otra decepción.

    Llegué a un lugar que a mí parecer es agradable, cómodo, un lugar que inspira confianza y esperanza. Los muebles, el color de la pared, los cuadros, el cuidado que se tiene para mantener con buen gusto el lugar. Esto lo comento, porque para mi es importante. Pero sobre todo la apariencia de la doctora Laura Hinojosa: profesional, objetiva, seria en su trabajo, respetuosa y sobre todo su calidez para tratar a sus pacientes.

    Me acuerdo que su primer comentario para conmigo fue: “tú haces que sabes, cuando no sabes nada” ¡qué impresión!, me sentí como si me hubiese dicho, ¡te sientas! y vamos a trabajar en serio, ya no vamos a seguir perdiendo el tiempo.

    Llevo con ella unos meses; hemos trabajado mucho, he llorado, he reído, me he enojado. En consulta me siento libre para hacer, decir y sentirme como yo quiero. Sin compromiso en el trabajo terapéutico, no puedes entender qué es trabajar tus emociones, para obtener salud emocional. Una de las frases célebres de la doctora que llevo en mi mente es: “no reducir mi vida en una sola persona” “hoy es un nuevo día, no lo contamines con el pasado”. ¡Cómo me han salvado estas frases de caer en otras crisis!

    No crean que todo es fácil; me ha costado mucho lograr, por lo menos, quitarme la idea de tener como alternativa la muerte; y ver que hay otros caminos para hacer de tu vida llevadera y más tranquila.

Puedo presumir que hemos encontrado cual es la naturaleza de mi problema. Ese problema que sin la ayuda y el conocimiento de la Dra.Hinojosa, no le hubiese encontrado sentido y mucho menos valor para mejorar mi calidad de vida emocional, mental y física. Este problema se llama simplemente “autoestima”.